Recibió
su adiós en medio de llantos, música y un colorido desfile
Con
él se fue la orgía de la fiesta más popular de Colombia
Por Juan Roa De Ávila.
Barranquilla
'lloró' ayer la muerte de Joselito Carnaval,
ese personaje que simboliza las fiestas carnestoléndicas, y que con su partida
se fueron los 4 días de intenso festín y goce de la exhibición cultural más
representativa de nuestro país. En su sepelio cientos de acompañantes besaron
el féretro, estrujaron su ropa y convirtieron la estrecha carrera 54 en el
recorrido del 'funeral'.
Fue allí, en el
popular barrio El Prado -como es costumbre todos los Martes de Carnaval-, donde
paulatinamente un centenar de expectantes se fueron aglomerando a lo largo de todo
el recorrido para ofrecerle las últimas exequias a Joselito, quien perdido desde
el sábado, escasamente era encontrado ayer en medio de su inconsciente
borrachera.
Pasada las 5 de la
tarde, ya el sol se preparaba para su pronto romance con el atardecer, cuando la
multitud vio partir el sepelio del singular
personaje, representado mediante un colorido desfile cómico-teatral, encabezado
por numerosos disfraces, 'amigos' y viudas, quienes lloraban incesantemente la
partida de su ser querido, que no es más que el propio Carnaval de
Barranquilla.
Y es que este fue un
cortejo fúnebre muy peculiar y fuera de lo común. Primero, porque a pesar de su
ficticia existencia, a este muerto sí hubo quien lo llorara; Y segundo, porque
entre tamboras y grupos de millo, se encargaron de colocarle un tinte musical
al sepelio -algo realmente inusual y que sólo pasaba en el suyo porque Jose era
así, rumbero-.
En la salida, carrozas
llevaban el blancuzco ataúd, que decía: “De
la tumba a la rumba”, como burlándose de la muerte para seguir en su 'mamadera
de gallo'. Delante de él, sus 'amigos', quienes comandaban el desfile con una
pancarta que invitaba a su sepelio y un
“Pon pa' la botella cartera e' hierro”. Fue así como en medio del camino subió
tanto el ánimo de sus acompañantes por querer despertarlo, sacándolo del ataúd para
volcársele disfraces, viudas e hijos a llorar su cadáver, sacudiendo el cajón,
estrujando su colorida guayabera y besando su cara enmaizenada. A gritos las viudas exteriorizaban
las ansias por reavivar al que había sido su amor pasajero, pero éste no
despertaba de su embriaguez a pesar de que afanosa e irónicamente todos trataban
de revivirlo dándole un trago de ron.
“¡Ay Jose, no te
vayas, Jose; me dejaste preñada y con el vale de la tienda sin pagar!”, gritaba
con voz lánguida una de las viudas con escote y minifalda negra que muy poco
tapaban, mientras que Joselito, levantándose repentinamente y bailando al son de su canción -'Joselito
Carnaval' de la orquesta Pacho Galán-, con una mano saludaba a conocidos y con
la otra se llevaba un trago a la boca.
Los centenares de asistentes
reconocían con aplausos la obra cómico-teatral de los personajes, y en especial
a las viudas que, con su jocosa manera de llorarlo, lograban sacarle una risotada
a propios y extraños.
El 'sepulcro'
final de Joselito tuvo lugar en la Casa del Carnaval del popular Barrio Abajo. Caída la noche, el desfile tuvo allí su
arribo, dando fin a 4 días de intenso jolgorio, festividades y manifestaciones
folclóricas del Caribe Colombiano.
Ahora todos añoran
la partida de Joselito, que al irse deja hijos, viudas 'preñadas' y una que
otra deuda sin pagar. Pero lo esperan dentro de 381 días, cuando resucite
repentinamente en la Batalla de Flores y grite con voz eufórica a todos los
barranquilleros: “¡Yo no estaba muerto… andaba de parranda!”.
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